El primer año de primaria lo había hecho en un colegio privado pues mis padres no lograron un cupo en la escuela pública a pesar de sus madrugones desde las cuatro de la mañana para hacer la cola respectiva.Lo de privado,era un decir pues aunque lo gestionaban particulares que cobraban mensualidad,carecía de las más mínimas comodidades,es decir, estaba "privado" de ellas.
Para el segundo año la suerte nos sonrió,o quizá madrugaron más mis padres y logré ingresar a una escuela que me encantó;tenía dos plantas,servicios sanitarios en ambas,mosaico reluciente,aseadoras,patio grande,jardines laterales,en suma,algo fuera de lugar;tiempo después supe que se había construido gracias a la colaboración de naciones extranjeras,quienes además proporcionaban leche,queso y pan,que se entregaba a los alumnos cada día después del recreo.
Además de las comodidades mencionadas,encontré un profesor a quien en forma particular recuerdo con cariño y gratitud por su paciencia,buen genio y sonrisa permanente;se llamaba Marco Tulio Oviedo.Desde el primer día de clase supe que me había tocado un ser especial para ayudarme a salir del socavón oscuro de la ignorancia, aunque yo,lo confieso,me resitiría.
Llegó con su traje gris,su corbata azul,se ubicó en una esquina de su escritorio,subió una pierna en él y empezó por pedirnos que nos presentáramos;colocó luego sus útiles personales sobre el escritorio entre los que sobresalía un regla de madera de casi metro y medio de largo,que nos causó la impresión acostumbrada pues bien sabíamos para que se utilizaba;ésta vez, el profe Oviedo nos informó que estábamos equivocados al ver nuestra expresión:"esa regla es solo para señalar puntos muy altos en el tablero",nosotros sonreímos,creyendo poco,pero el tiempo nos mostraría que estábamos equivocados pues el profe no era un convencido de que la letra con sangre entraba.
Personalmente descubrí lo benévolo del carácter del profe Oviedo;un día cualquiera,al enseñarnos sobre los números naturales,al final de sus explicaciones,nos preguntó sobre dudas que pudiéramos tener o algo que no estuviese muy claro;ante el silencio del grupo,levanté la mano para expresar mi incredulidad sobre un dato en particular:el carácter infinito de los números;yo no concebía tal afirmación,para mi la eternidad era inaceptable además de aburrida.
El profe,con su sonrisa de cada día me instó a tomar un número cualquiera y a multiplicarlo de la misma manera,por uno cualquiera,diferente a cero y uno;el resultado fue claro y entonces me dijo que podría hacerlo así las veces que quisiera para comprobar lo infinito de los números.
Me fui a casa,acongojado más por mi inconformidad que por las burlas de mis compañeros a quienes yo consideraba solamente unos cobardes que aceptaban todo de la manera más fácil sin tener el mínimo valor de cuestionar lo que escuchaban.En casa,me puse a anexar números a uno previo,a multiplicar y multiplicar hasta que las hojas arrancadas a mi cuaderno se terminaron y llegó la hora de acostarse.
Al día siguiente,en un alto en medio de las clases,el profe me preguntó si había aceptado al final,lo infinito de los números;los compañeros rieron con gusto,el profe pidió silencio y yo respondí que había hecho varias pruebas hasta que llegó la hora de acostarme y que no había logrado encontrar el "último número";entonces el profe me preguntó sobre la conclusión que me quedaba de esa experiencia;seguramente todos esperaban mi rendición,pero no fué tal,pues de la manera más descarada le expliqué mi conclusión:!los números no son infinitos,lo que nos falta es tiempo para seguir buscando su fin!.El profe sonrió y me dijo:ya lo encontrarás!,los compañeros,como cosa rara,ni rieron ni nada.
Pasaron los años y me gradué en la primaria,con "accésit" incluido y varias salidas al homenaje a la bandera;nunca supe más del profe Oviedo,pero igualmente nunca lo olvidé;imposible olvidar a alguien que jamás descalificó mi búsqueda "del fin del infinito";ahora,después de décadas,no me sigue gustando la eternidad,aunque ya invierto menos tiempo en multiplicar números,ya llegará su fin,aunque no lo busque.