viernes, 11 de julio de 2008

Amores de barrio

"con este tango que es burlón y compadrito, se ató dos alas la ilusión de mi suburbio. Con este tango nació el tango y como un grito salió del sórdido barrial buscando el cielo. Conjuro extraño de un amor hecho cadencia, que abrió caminos sin más luz que la esperanza, mezcla de rabia, de ilusión, de fé, de ausencia llorando en la inocencia de un ritmo juguetón" Así decía la letra de una canción que se escapaba por entre las paredes de esterilla de un salón con piso de cemento,el cual hacía las veces de sede comunal.Mucho tiempo después supe que era un tango,que la versión escuchada en aquel tiempo la hacía un negro llamado Nat King cole.La letra parecía hecha a propósito para nuestro barrio de casas a medio hacer,calles de barro, cuyos habitantes estaban llenos de fé, ilusión y esperanza.En mi mente infantil quedaron grabadas letra, música,la dicción exótica del interprete y las imágenes de una pareja girando por el salón soñando con la perfección en la ejecución de los treinta dos pasos,según decían los expertos. La pareja en cuestión estaba formada por don Francisco y misiá adalgiza,vecinos de la cuadra.Flaco, alto y narizón él;menuda y aindiada ella;luego de cada reunión de la naciente junta de acción comunal,los vecinos asistentes les pedían que ejecutaran un baile de tango,conocedores de su habilidad,y ellos accedían colocando un disco de 78 rpm en un tocadiscos automático que era un regalo de algun familiar que vivía en el extranjero,y se escuchaban entonces las notas de "el choclo", su tango preferido. Esta pareja no tenía hijos;les acompañaban en casa dos perros,un loro y algún gato.Mi papá decía siempre que el señor se parecía a Edmundo Rivero,cantante de tangos y a mí me recordaba a un general francés llamado Charles de gaullé que había visto en una revista. La relación de la pareja con los niños de la cuadra era toda una contradicción: el señor Francisco cariñoso y amable con nosotros,cada tarde al volver del trabajo-siempre a las cinco de la tarde como en el poema-antes de entrar en su casa sacaba caramelos de una chuspa de papel y le daba a cada uno; al terminar, se giraba y por encima del cerco de guadua acariciaba la cabeza de sus perros,le regalaba una sonrisa a su esposa quien en la ventana de madera, cambiaba su expresión amarga durante el reparto de dulces por una amable y sonriente durante las caricias y entrega de trozos de pan a sus perros. La señora Adalgiza se relacionaba con nosotros de una forma totalmente opuesta;durante los infaltables partidos de footboll en la calle de piedras y barro,se apostaba en su ventana con el ceño fruncido y en sus manos-lo adivinabamos-una tijera de modistería y se aprestaba a salir como el viento hacia su antejardin cuando teníamos la mala fortuna de hacer caer la pelota en él.Tomaba entonces la pelota entre sus manos, contra el suelo y la apuñalaba hasta dejarla hecho jirones, mientras emitía pequeños quejidos,respiraba con dificultad y su cara adquiría un ligero rubor,imagen esta que muchos años después regresaría a mi memoria al ocuparme en ejercicios amorosos.Al terminar su faena,nos lanzaba los restos de pelota al centro de la calle y nosotros nos dispersabamos sabiendo que pasarían varios días hasta que alguien apareciera con una nueva pelota. Las acciones de nuestra relación con la pareja constituyeron un rito repetido al menos por una década,hasta la aparición de una nueva generación de niños, que en la cuadra no se hacía esperar.En uno de mis regresos ansiosos desde el modernismo, el glamour,el orden, lo correcto, a mi paraíso del caos, el afecto de mi barrio, mi calle,descubrí que pocas cosas cambiaban,que las más amadas seguían ahí, detenidas en el tiempo; la calle tenía algo de asfalto,algunos antejardines con muros de cemento y rejas de hierro,pero estaban aun las charlas en la esquina,los partidos de footboll en la calle, los amores furtivos en el parque. Un siete de diciembre,mientras muchachos y muchachas terminaban de dar los toques de pintura a muñecos y festones para el alumbrado de la calle y otros, menos muchachos bebíamos una cerveza,charlábamos de nada y de todo como viejos amigos que hace rato no se ven, escuchábamos al conde rodriguez decir que por la calle encendida se escucha un tambor y entre miles de cara se vé a catalina la o con su tambor....apareció por la esquina don Francisco con sus dos chuspas de papel y su caminar de palmera contra el viento.Llegó como había llegado durante cientos de tardes de cientos de dias hasta la puerta de su casa y varios niños se apostaron junto a él para recibir lo que sabían traía en la chuspa, mientras sus perros ladraban al otro lado de la reja y su esposa miraba con cara amarga el reparto de dulces; al terminar de entregar los dulces,giró hacia sus perros y por encima de la reja de hierro acarició sus cabezas, sonrió a su esposa que ahora tenía cara dulce y se inclinó para sacar el pasador de la verja;desde el árbol, los muchachos de antes mirábamos con con los ojos del recuerdo nuestra propia infancia repetida en esa escena;al inclinarse le vimos trastabillar y caer fulminado:Al igual que muchos años atrás,corrimos nosotros y su esposa hacia su antejardin,esta vez con un proposito diferente,pues no era acuchillar o salvar una pelota,era ayudar a un hombre importante en nuestras vidas. entre los aullidos premonitorios de los perros,los gritos de angustia de la esposa,recogimos a don Francisco y le subimos al viejo renault4 de un vecino le llevamos de prisa a un hospital,con parte de sus piernas en la ventanilla pues era muy alto en verdad. falleció don Francisco esa noche y la calle guardó silencio,sin necesidad de decretos;con esos acuerdos tácitos que suelen darse entre los más humildes o los más ricos,entre los que de alguna manera se quieren.Le velaron en la casa al estilo de antes,cuando éramos niños;trascurrieron los dias de diciembre,sin música fuerte, sin berbena en la calle como queréa el conde. Al llegar navidad, de nuevo bajo el árbol,veíamos pasar las horas y planeabamos dirigirnos a otro barrio donde unos amigos para poder bailar;a eso de las seis de la tarde,vimos como una vecina nos hacía señas desde la casa de misiá Adalgiza;fuimos a ver de que se trataba;doña adalgiza nos invitaba a saborear un pequeño plato con brevas, manjarblanco y un trozo de natilla;Nosotros no sabíamos que decir;ella misma nos animó a comer y se extendió en una charla jamás esperada por nosotros en la que nos agradecía la diligencia para ayudar a su esposo,el respeto mostrado por su dolor y que a Francisco siempre le gustaba ver los partidos de footboll en la calle y que si el 31 haríamos el de solteros y casados o el de caleños y americanos;le dijimos que de ninguna manera y ella nos asombró pidiendonos que lo hicieramos pues a Francisco le hubiera gustado verlo. Y llegó el 31, y organizamos el partido aun con las quejas de varias madres a quienes les tuvimos que explicar que misiá adalgiza estaba de acuerdo, y pusimos música bajita y al "carepajaro"no se le pudo ocurrir colocar otro disco que no fuera "la cuna blanca" y al son de ...se ha escapado un angelito,miren donde vá, volando se ha ido aquel viejo amigo a la virgen fué a adorar... nos preparamos para el caleños contra americanos mientras pensabámos algunos,que el amor tiene a veces códigos,que para nuestra desgracia solo logra descifrar la muerte.