miércoles, 3 de febrero de 2010

LAS COSAS DE LA NATURALEZA.








A la hija de don Pedro la sorprendieron en compañía de Chepe,un muchacho que vivía por la avenida,cuando jugaban al papá y a la mamá detrás de un cerco de guadua que tenía la casa comunal.La mujer de don Pedro le comentaba a mi mamá ese suceso,mientras yo jugaba y escuchaba muy cerca de ellas.Decía la señora que ya les habían dicho que su hija, de apenas 13 años,tenía la naturaleza muy alta y tanto don Pedro como ella sufrían mucho,pues cualquiera podría aprovecharse de su hija;decía también, que le habían recomendado darle unos fuetazos con unas ramas de verbena para bajársela-la naturaleza- y que por unos días parecía dar resultado pero luego volvía a subirsele y entonces ocurrían situaciones como había pasado con Chepe.La señora comentaba que no sabían a quien había salido así su hija, pero que seguro era a Pedro, pues ella era más bien fría,y en cambio Pedro,cada rato tenía ganas de eso,además de su genio volao.Lo escuchado en la charla sumado a mi inocencia y lo que se comentaba que ya había contado Chepe a unos muchachos mayores,diciendo que él le había metido la mano por los interiores a la hija de don Pedro y que había sentido como si fuera musgo,de ese que le ponían a los pesebres,me formaron una tremenda confusión, y me imaginaba que si ese musgo del que hablaba Chepe era la naturaleza de la que hablaba la mujer de don Pedro,entonces un día estaría allí donde siempre imaginaba que estaba y otro,más arriba o más abajo,dependiendo del efecto de la verbena.
Pasaron los meses y la gente de la cuadra sabía que Chepe y la hija de don Pedro eran novios y se veían en el parque y se comentaba que seguro seguían jugando al papá y a la mamá, aunque el papa y la mamá de ellos parecían no saberlo.

Un sábado,los muchachos más grandes estaban jugando un partido en la calle y algunos vecinos les miraban y hasta se divertían con las jugadas y caídas,cuando de pronto, desde la casa de don Pedro se escucharon gritos y palabrotas de él, y llanto de su mujer;casi inmediatamente, salió don Pedro sin camisa y con una peinilla en la mano,y como un rayo se dirigió hacia el sitio donde Chepe,sentado,veía jugar.Éste, prevenido por los gritos anteriores,se puso en pie y corrió a coger las piedras que oficiaban de portería,y con una en cada mano se enfrentó a don Pedro, que gritaba y lanzaba insultos como loco.

Algunos de los vecinos le trataban de convencer para que no fuera a cometer una bestialidad y él respondía que "iba a matar ese hijueputa,que le había perjudicado a su hija".Un buen rato pasaron don Pedro y Chepe, uno frente al otro,separados por unos metros y temerosos el uno de las tremendas rocas y el otro de la peinilla,insultandose.Ante las injurias de don Pedro,Chepe le aseguraba que el "pensaba responderle a la pelada",pero que así braviado,ni puel putas.
Al final,no se sabe si por los ruegos de la esposa,los gritos de la hija,los consejos de los vecinos o el tamaño de las rocas,don Pedro se metió a su casa,Chepe cogió para la avenida y el partido se acabó.

La vida en la calle continuó, y poco a poco, Chepe se fue acercando más y más a la casa de don Pedro,que veía mejor esa relación que parecía crecer a la par con la barriga de su hija.Chepe consiguió trabajo de mensajero en la oficina de un abogado en el edificio Zaccour y terminó viviendo en la casa de don Pedro,respondiendo por su hijo y de paso mejorando la economía de la casa,pues los mercados eran más grandes. Al parecer todos habían salido ganando,menos don Arturo, el de la tienda,pues de la casa de don Pedro no volvieron a fiar.Luego de nacido el niño,se empezó ver a don Pedro, cargandolo después que lo bañaban, al niño,en el antejardin de su casa,viendo los partidos de los muchachos en la calle,dándole de vez en cuando alguna voz de aliento a su yerno,Chepe,mientras los vecinos comentaban en voz baja que "a don Pedro, el nieto lo había aguevado,lo tenía chocho y le había mermado su naturaleza violenta".El caso fue que la vida se encargó de poner las cosas en su justo lugar,incluida la naturaleza,y deshizo en mí la confusión,pero despertó al tiempo la manía de en los diciembres, ir a las novenas de navidad,no tanto para rezar y recibir bananas,sino para pasar la mano por el musgo del pesebre.