jueves, 23 de mayo de 2013

UN VALLENATO DE VARSOVIA


El encargado de repartir las labores del día me fue presentando uno a uno los futuros compañeros de trabajo;los dos árabes:el marroquí Mohamed,el argelino Assis,Laurencio el rumano,Santos el peruano y por último Kostiac,el polaco.El mismo encargado les informó mi nacionalidad y todos,bueno, menos dos, me dedicaron un mecánico !enchanté! que me indicó que nuestra futura comunicación pasaría por mi capacidad de hablar y entender el idioma de Víctor Hugo; de los compañeros que no se dirigieron a mi en francés, el peruano me dedicó un !que tal! y Kostiac,el polaco,lo hizo en un muy buen español, y con una sonrisa de satisfacción incomprensible para mi en aquel momento,me soltó un caluroso !mucho gusto hermano!.
Como era lógico,me sentí identificado con el polaco y el peruano, y el encargado tuvo la sabia desicion de asignarnos una labor para realizar en compañía.
El primer día de trabajo instalamos el andamio y empezamos nuestra tarea que consistía en limpiar y brillar los metales de todas las ventanas y celosías de la fachada de un edificio de cuatro plantas;a la hora del desayuno,el compañero polaco  insistió en compartir conmigo los alimentos que tenia en su mochila;consistían en una especie de chorizos,pan y fruta,y para beber,unas cervezas.Su amabilidad exagerada para conmigo,llegó a sembrarme la duda estúpida de si no estaría ante un homosexual atraído por un exótico sujeto del Caribe.
Al final del turno de trabajo,Kostiac ya me tenía suficientemente informado y aclarado del porqué de su exagerada amabilidad y lo confirmó ante Santos, el peruano,quien corroboraba todo lo que decía el polaco.
La historia era bien sencilla:Kostiac,polaco nacido en Varsovia,con un apellido impronunciable,mayor de 50 años,con una esposa polaca,sin hijos,había trabajado durante tres años en un pueblo de España en la costa catalana donde había aprendido el español y había conocido a Santos.
El polaco me habló de su afición  por la música en español y de una exagerada pasión por el vallenato de Colombia.Mientras caminabamos hasta la parada del metro,me nombraba cantantes y temas que yo no había escuchado antes,en parte por mi poco gusto por ese genero musical,lo cual a Kostiac se le antojaba inconcebible y causaba risa a Santos.
Cuando Kostiac abordó la linea de metro que le correspondía y quedamos solos,el peruano se echó a reír con toda libertad;yo le expresé mi asombro ante la situación y él me fue explicando cosas que en lugar de aclararme la situación,la hacían mas increíble;me habló de como Kostiac había visitado un pequeño bar de colombianos,precisamente invitado por él,y al escuchar las canciones que se colocaban en el lugar,experimentó una especie de amor a primera vista con el primer vallenato que colocaron.A partir de ese día,cada que tenían oportunidad, Kostiac invitaba a Santos al bar,solo para abstraerse con la música vallenata,que los dueños del bar colocaban apenas el polaco pedía las primeras cervezas;Kostiac llegó a convertirse en todo un personaje entre los colombianos y latinos en general que frecuentaban el bar.Fue así como Kostiac se convirtió en un experto conocedor de la historia del vallenato, así como de cantantes y temas.
Así fueron transcurriendo los días,armando y desarmando andamios,pintando,limpiando fachadas,soportando fríos, vientos,nevadas y escasos días de sol;durante todo ese tiempo,fui compartiendo con los trabajadores de todas las nacionalidades,lo cual me beneficiaba para el aprendizaje del idioma, y para conocer otras historias de otras personas en otras culturas;con todo esto,la amistad con Kostiac el polaco,se hizo muy fuerte y quizá quien mas contribuyó a ello fue él;siempre los fines de semana me invitaba bien a su casa o al bar de los colombianos y en cualquiera de estos lugares la música que se escuchaba era como no, el vallenato;la esposa de Kostiac era una mujer muy reservada,silenciosa pero amable y cordial;siempre sonreía cuando su esposo me abrumaba con sus conversaciones y sus preguntas interminables sobre Colombia y en especial sobre "el valle de Upar",donde él había aprendido,estaba la cuna de la música vallenata.La verdad era que sabía mucho más él que yo,pues no perdía oportunidad para averiguar cosas relativas a la tierra,a la música,a la gastronomía y demás situaciones de la cultura de la región norte de mi país.En forma confidencial me contaba que su sueño era viajar un día a Valledupar;me lo decía en voz baja,evitando a toda costa que su esposa le escuchara pues ella no quería para nada escucharle hablar siquiera,de la posibilidad de viajar a Colombia;ella a su vez,me confiaba sus temores y me pedía ,por favor, que no alimentara esos deseos de su esposo;temía que lo mataran,que lo secuestraran;yo le calmaba prometiéndole en secreto que nunca le ayudaria para hacer ese viaje,aunque sabia que si un día decidía hacer el viaje,a Kostiac no le detendría nadie.
Transcurridos un par de años,empecé a notar que el polaco se tornaba callado,como triste,ya no me hablaba con tanta vehemencia de "su vallenato",de su sueño de viajar;un día que le manifesté mi percepción,me invitó a tomar unas cervezas,esta vez en cualquier bar,no en el colombiano.
Me contó casi con lágrimas,que su esposa quería regresar a Polonia,que ya no se sentía a gusto en Bruselas,que estaba cansada de rodar y que si él no le seguía en sus planes,ella se iría sola.Kostiac quería mucho a su esposa;habían compartido épocas muy duras en su país,aquellas épocas de la guerra fría entre sovieticos y norteamericanos;desde niños se conocían,se enamoraron siendo adolescentes;ella había permanecido a su lado a pesar de su imposibilidad de él para engendrar descendencia,y Kostiac le daba a esa actitud de su esposa el mayor valor que se pueda dar a un acto humano;me confesó que él no quería regresar,no aun,sentía que le quedaban muchos sueños por cumplir,pero que no estaba dispuesto a fallarle a su esposa,no podría vivir sin ella,se habían entregado todo,eran uno solo;me pidió opinión,yo solo atiné a guardar silencio.
Esa noche bebimos mucho, hasta el amanecer;luego me invitó a su casa a terminar la beba;su esposa le esperaba;saludó cordial y respetuosa;nos brindó un desayuno;luego de terminar el desayuno, mientras Kostiac y yo bebíamos algo de café,ella fue hasta el salón y empezó a colocar una música que intuí,era de su tierra;Kostiac se puso serio,se disculpó y salió hacia el salón;al cabo de un rato de escucharles hablar en su idioma,despacio,presentí que con ternura,aparecieron los dos y me invitaron al salón;la mujer destapó una bebida de su tierra y nos invitó a brindar por nuestra amistad;el licor era fuego liquido;me recordó al orujo andaluz,a la palinka rumana,a la tape tusa de cali,al alcohol de lámpara.
Ese día,bebimos hasta terminar con la existencia de su licorera,bailamos bailes polacos,vallenatos, salsa;reímos y lloramos.
Seis meses después de aquella fiesta de la amistad,Kostiac y su esposa partieron hacia su Varsovia natal;en la estación nos dimos un fuerte abrazo y no quisimos, por mutuo acuerdo,hacer promesas de volvernos a ver algún día,de intentar visitarnos, de escribirnos,sabíamos sin decirlo,que siempre nos recordaríamos.
A pesar de no ser mi música predilecta,cuando escucho algún vallenato de los preferidos de Kostiac,tengo la sensación que el alma se licua y trata de escaparse en forma de gotas por mis ojos.