sábado, 2 de enero de 2010

VECINO,VENGA LE DIGO..



La familia estaba formada por el esposo don Arquimedes,su esposa doña Rosa,dos hijas y cuatro hijos.Llegaron como todos al barrio con pocos enseres y muchos sueños;el esposo creó y entrenaba el equipo de fútbol de la cuadra,bebía,trabajaba y ponía música cubana los fines de semana a suficiente volumen como para que en mi casa se escuchara y disfrutara.



Era una familia como tantas otras,pero llegó a sobresalir por el carácter alegre del padre,la belleza física de su esposa y sus dos hijas y años más tarde por la violencia y crueldad de tres de sus cuatro hijos varones.



Al poco tiempo de haber llegado al barrio ellos y de haber conformado el equipo de fútbol,la esposa de don Arquimedes enfermó repentinamente y no salía más que a la ventana,privando a los vecinos de admirar la belleza de sus facciones,las que algún vecino comparó en su momento con las de una actriz de cine llamada Gina Lollobrigida;la señora se fue confinando más y más hasta que llegó el momento en que solo escuchábamos en las noches sus gritos de dolor y los comentarios sobre la enfermedad que la consumía:cancer en la matriz.Decían los mayores que sus dolores eran de tal magnitud, que ni la morfina que algunas veces lograban conseguir para aplicarle,los calmaban.



Pasaron algunos días, quizá un mes o más,hasta que los sufrimientos de doña Rosa,su esposo y sus hijos e hijas,cesaron;murió la señora más bonita que había llegado al barrio, su esposo se sumió en el licor,se terminó el equipo de fútbol,las hijas consiguieron marido y tres de sus hijos cayeron en la droga,el atraco y hasta el asesinato.



Los dos menores, apenas abandonando la infancia mal vivida,ya arrastraban su fama de violentos y peligrosos con el cuchillo,en las noches de las calles mal alumbradas de nuestros barrios.Cayeron varias veces a la cárcel y así fueron creciendo en lo físico y su fama de matones.



Muchas veces,al amanecer y cuando papá salía a su trabajo mientras mi madre le despedía en la



puerta de casa,se los topaba sentados en el borde de la calle,bebidos o lleno su cerebro de humo;entonces le pedían a mi papá un cigarrillo o a mi madre un poco de café; mi padre se había ganado el respeto para él y nuestra familia de ellos y otros muchachos pendencieros, con el dialogo cuando admitían dialogo o de ser necesario, con actitudes decididas y tan agresivas como las de ellos;nuestro barrio era como una versión micro de ese oeste que nos llegaba con el cine y papá estaba conciente de ello;siempre nos inculcaba el respeto a los demás pero así mismo,el valor para exigir el que nos merecíamos;jamás fuimos victimas de las fechorias de los hijos de don Arquimedes,pues al contrario,cuando eran heridos o golpeados,al carecer de madre o padre donde acudir,acudían a donde mi madre para recibir alguna curación o un poco de alimento,además de la eterna cantaleta para que se alejaran del vicio y la vida delictiva;siempre le prometían a mi madre o mi padre que tomarían al pie de la letra sus recomendaciones,pero su promesa duraba lo que la curación o el vaso de café con tostados en algún amanecer.



La noticia de su muerte llegó a la calle del barrio como se acostumbraba,en la boca de alguien que venía de la galería;causó algo de tristeza en quienes habían visto su infancia y entre quienes habíamos compartido juegos con ellos,en su padre bebedor y en sus hermanos y hermanas,pero innegablemente también un poco de descanso en todos, al sentirse liberados de la tensión y temor que generaban en el vecindario.



Poco tiempo duró el periodo de descanso,pues se empezó a vislumbrar una figura que reemplazaría si no en todo, si en gran parte a esos dos niños-hombres fallecidos a machetazos y puñaladas en una obscura calle de nuestro barrio;el personaje era un hermano mayor que ellos;atracaba y apuñalaba sin compasión a quien se atravezara en su camino,siempre lejos de nuestra calle,a la que llegaban noticias casi a diario de sus fechorias;al igual que sus hermanos,una vez lo encontró mi madre recostado al cerco de gudua del antejardin,medio muerto,con la camisa pegada al cuerpo con la sangre reseca;con la ayuda de una vecina,le limpiaro las heridas y le curaron:tenía la frente rajada con un corte que dejaba ver el hueso;contó que se la había causado un policía furioso porque al detenerlo en una esquina y exigirle plata para no llevárselo en la patrulla,él les había dicho que trabajaran y dejaran de ser chupa sangre,que por lo menos él se arriesgaba a que lo mataran para conseguir su plata, pero ellos eran peor pues querían vivir de los frutos del trabajo ajeno;contó que le habían dado una paliza y uno de ellos le golpeó la frente con la culata del revolver,lo llevaron a un mangón y no le mataron porque uno de los integrantes de la patrulla se opuso;luego de curado,al parecer por los consejos de mi madre y alguna otra vecina o el recuerdo de la muerte de sus hermanos,el muchacho fue abandonando su vida delictiva,y se limitaba a fumar en el antejardin de su casa y vivir de lo que le proporcionaban sus hermanas y algún vecino, al que se acercaba siempre con un tradicional "venga le digo vecino",que terminaba en la eterna charla de su decisión de alejarse del delito y el pedido de la "liguita" que no pasaba de ser dos o tres pesos para un pan y una gaseosa en la tienda de don Arturo.


Los años pasaron para todos,incluso para él,y envejecido y aquejado por las consecuencias de vicios y privaciones,recuerda al calor de un trago de "brandy la corte",recostado al poste de la luz en el amanecer de cualquier domingo,a una madre que era tan bonita como Gina Lllobrigida y la mató un cancer,a un padre que le gustaba la música cubana y le mató el alcohol, a unos hermanos que siendo casi niños, los mató el desamor, y se alista para decir su oración al vecino más madrugador:vecino, venga le digo.....