domingo, 31 de agosto de 2008

Se alquila pieza,sin niños









La vida de una familia pobre con tres niños era difícil, muy difícil.De por sí,la vida de una familia pobre lo era en grado sumo,y sin niños, no era familia.Por siempre,para los pobres,-no sé los ricos-el acicate para enfrentar la cuesta empinada de la vida diaria eran sus hijos;no tenían otra razón de ser.Quizá fueran la esperanza para lograr cambiar las condiciones de una sociedad egoísta e indiferente.

Mia padres iniciaron su vida en común siendo muy jóvenes.Firmes en su convencimiento que eramos su responsabilidad,nunca escatimaron esfuerzos para darnos lo mejor, y con su coraje y decisión como únicas herramientas,se enfrentaron a esa vida plena de obstáculos e impedimentos.Abandonaron la casa paterna de uno y otro con los anhelos de construir su propio mundo,al igual que todos los jovenes de todos los mundos.Su peregrinar ,primero solos y muy pronto con hijos,les llevó a conocer las vicisitudes de las casas de inquilinato.


Las casa de inquilinato eran como hoteles destinados a los más pobres,personas generalmente llegadas de lugares lejanos y disímiles empujados como no, por la violencia.tenían las casas largos corredores con piezas a lado y lado,y desembocaba en un patio de barro donde quedaba el lavadero,el sanitario y una rudimentaria ducha, ademas de las cuerdas para colgar la ropa.
En éstas casas,llegaban a habitar hasta seis familias diferentes,lo que hacía la convivencia algo muy difícil;El propietario se encargaba de distribuir los días en que le correspondía a una familia, la limpieza de los lugares comunes,fuente ésta igualmente de innumerables conflictos.El propietario, generalmente era una especie de patrón,que no pocas veces actuaba abusivamente con los derechos de los arrendadores.Imponía precios a su libre albedrío y "si no le gusta, vayase",que era para los pobres como un Slogan publicitario, ya que también lo escuchaban en los sitios donde lograban encontrar trabajo, y unos y otros,-patronos y dueños de casa-lo usaban constantemente,conocedores como eran de la dificultad o imposibilidad de encontrar un sitio donde trabajar y un sitio donde vivir.



Mi papá,coincidía con mi mamá que era mejor evitar conflictos,entonces diseñaban unas funciones para cada uno de ellos,las cuales trataban de cumplir con exactitud;mi papá se encargaba de buscar los "insumos" para el sustento de la familia,de estar atento en la defensa de la integridad física y mental de su familia,mientras mi mamá se encargaba de el proceso de cocinar, lavar nuestra escasa ropa,corregirnos,enseñarnos normas,convencidos los dos que con eso nos aseguraban nuestros derechos,o al menos la posibilidad de reclamarlos.


A pesar que todos o casi todos nuestros vecinos de pieza o "celda" eran familias venidas de pueblos vecinos o lejanos, jamás mamá o papá,hacían comentarios contra ellos;solo les escuchábamos decir "pobre gente,han sufrido más que uno",cuando ya era bastante el sufrimiento nuestro.
Mi papá, para asegurarse de evitar conflictos,los cuales siempre nacían por la relación entre los niños,llevaba siempre en los trasteos,una pequeña reja de madera que encajaba en el marco de la puerta de nuestra pieza,la cual impedía que escapáramos y causáramos algún malestar con nuestros juegos y actos propios de la niñez;desde ella,veíamos pasar a los vecinos, adultos y niños,generalmente solo cuando los iban a bañar a estos últimos, o a hacer sus necesidades fisiológicas;eramos verdaderos "presidiarios en miniatura" que sonreíamos al que pasaba de la mano de sus padres, si nos agradaba, o por el contrario, le hacíamos muecas y gestos de agravio.Nosotros también pasábamos frente a las otras "celdas" en los mismos procesos,y recibíamos igual trato.





Mi madre, cumpliendo otra de sus funciones,luego de darnos el almuerzo-cada vez que había-descansaba un poco y ante nuestra continua actividad represada dentro de las cuatro paredes,nos prometía:!cuando baje un poco el sol,vamos a dar una vuelta!,y efectivamente,luego de escuchar las noticias, en un viejo radio de tubos, sin carcasa,y que mi padre cubría con un cartón y con muchas amenazas para prevenir un accidente con la electricidad,mi madre cerraba la pequeña pieza y salía como una gallina con sus pollos,hasta algún sitio descampado,que afortunadamente abundaban,donde nosotros-mis dos hermanas y yo-dábamos rienda suelta a nuestra vitalidad reprimida,a nuestros sueños,corriendo así fuera tras el viento,tras una rueda sacada del recorte de la de un carro, o elevando una pequeña cometa,mientras mamá vigilaba nuestros movimientos.Al caer la tarde y calculando la llegada de papá,recogíamos nuestros juegos y emprendíamos camino a!nuestra casa!.

Así transcurría nuestra vida y la de miles de ciudadanos anónimos,que al parecer no le importaban a nadie, como no fuera a sus familiares,quienes vivían condiciones semejantes

Los fines de semana eran más felices,teníamos a papá y mamá juntos y mientras papá leía una de tantas revistas que conseguía no se donde,mamá preparaba un desayuno y nosotros jugábamos sobre la cama o escuchábamos el radio;cuando mamá traía el desayuno,comíamos todos juntos, pues el alquiler de la pieza no incluía derecho al comedor(que tampoco existía);nuestra pieza era dormitorio, comedor,sala de estar,y de juegos;hacinamiento,le llamarían muchas décadas después.

Un día escuché a papá decir que mamá debía ir a hacer cola para buscar cupo en una escuela para mis dos hermanas;la rutina se rompió para mi alegría y mi tristeza;alegría porque tenía más cosas para preguntar a mis hermanas y tristeza porque pasaba muchas horas solo en mi celda,mientras mamá las llevaba o traía de la escuela y durante sus oficios.Distraía entonces mi soledad,ojeando las revistas de papá y soñando con el día que pudiera descifrar lo que decían esos extraños signos que acompañaban fotos de personas y paisajes.


Aunque parecía que estuviésemos olvidados del mundo,papá comentaba que se estaban aprobando en una ciudad lejana los derechos de los niños y que quizá algún día llegarían hasta nosotros;algo que mostró que ya nos habían "descubierto" a los niños,fué la aparición de rostros infantiles en la publicidad de algunos alimentos como la leche,que nosotros veíamos allí,solo en las publicidades, y en algunos juguetes que tambien veíamos solo en ellas.

Cada vez que un propietario de casa decidía aumentar el alquiler,obligaba a la búsqueda de un nuevo lugar donde al menos el precio fuera igual al que pagábamos o menor al que pretendía llegar el propietario,y entonces papá le encargaba una nueva función a mamá:!buscar pieza!.


Así, se añadía un nuevo motivo de alegría para mi y angustia para mamá,que era el salir casi a diario ,a recorrer las calles aledañas o más lejanas preguntando a la gente¿sabe donde alquilan una pieza?.Mamá debía hacer rendir mucho más su tiempo, pues debía llevar a mis hermanas a la escuela, hacer el almuerzo, salir a buscar pieza y estar a tiempo para recogerlas al terminar las clases.Pasados varios días infructuosos,yo estaba cansado, quemado por el sol y deseoso que se acabaran los "paseos".
Luego de muchas idas y venidas un día mamá, al rendir cuentas de su búsqueda a papá en la noche,le comentó que como era eso que el decía sobre los derechos de los niños,pues parecía que ya habian llegado hasta nosotros, aunque para ella no estaba muy claro;en casi el total de sitios donde íbamos a ver una posible pieza,aparecía un escrito pegado a la ventana de la casa que decía:SE ALQUILAN PIEZAS,SIN NIÑOS.






































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domingo, 3 de agosto de 2008

ANTE TODO, LA JUSTICIA...


Corria el año del señor de 1997 y corria mi vieja kawa del 79 a llevarme al encuentro del almuerzo y el descanso para mi, para ella solo lo último.Nos merecíamos el descanso luego de entregar docientos sobres y cuarenta facturas.Para ganar tiempo,decidimos de común acuerdo,bajar por la calle quince que luego se convertía en carrera veintinueve al llegar a la galería de santa elena.éramos felices los dos,pues nuestra relación llevaba rato y a diferencia de otras, cada que nos juntábamos ,disfrutábamos.A pocas calles de cruzar la autopista,observé gran tumulto y la imaginación salió de su letargo y dijo a trabajar;quizá, para mi alegría y fortuna,los bancos y cooperativas decidían por fin responder por nuestros ahorros, ya que nuestras deudas a pesar de su quiebra y desaparición,se pasaban de unos a otros y ante cualquiera de ellos debíamos responder o atenernos a la consecuencia jurídica del incumplimiento.Justo en el primer puente sobre el caño,frente a las oficinas de un banco cooperativo en quiebra,el tumulto era más denso y se escuchaban más insultos y palabras de grueso calibre,muy comunes por cierto en el área.

Detuve mi kawa,la acomodé en un anden y le puse al rededor de su cintura y con mucho pesar, una gruesa cadena,pues la quería mucho y no me arriesgaba a que se marchara con el primero que le pintara pajaritos en el aire y le hiciera olvidar lo nuestro.Llegar a primera fila fué tarea ardua;ya a la orilla del caño,observé al frente,tres señores entre toda la chusma;uno con barriga de carnicero,cuchillo de carnicero en la diestra,otro con camisa de flores,zapatos color miel y un reloj de pulso amplio que a cada rato hacía regresar al antebrazo, subiendo y sacudiendo su extremidad izquierda;el tercero,ya lo conocía,era nada menos que el señor director nombrado para atender lo que quedaba de una cooperativa,cuyo nombre no olvido,pero trato de no recordar,por la salud de mi alma.Mi imaginación más veloz que mi moto,me susurró que seguro el hombre del cuchillo pretendía atracar a los otros dos o al menos discutian sobre eso;para asegurarme lo consulté con la señora de rulos en la cabeza y canasto en la mano.Pues no era ni lejos,lo que imaginaba;el señor con pinta de carnicero era nada menos que !el carnicero! el de los zapatos miel y reloj de pulso grande,el dueño de un granero, y el otro ,pues eso, el otro.Y no se iban a atracar ni algo parecido,no,estaban planeando capturar a un ladrón;éste último, se encontraba bajo el puente,donde pretendió esconderse luego de robar una caja con seis botellas de aceite para cocina;en su huida,la caja rodó hasta el hilo de agua gris,- que llamamos negra,por puro racismo contenido- se abrióy dejó escapar las botellas.El ladrón era casi un niño;langaruto y orejón,con un pantalón corto,descalzo y sin camisa;El carnicero se preparó para bajar,el señor del granero le ató una cuerda a su cinturita-si me oyera palmieri-y el otro,se quedó,para mi alegría,con el cuchillo del justiciero.

El ladrón casi-niño observaba con miedo, el descenso de la mole de carne,que mostraba claras intenciones de corregir y enseñar respeto;pero no tenía escape posible.Al llegar a la pequeña cornisa,el carnicero arrinconó al pequeño ladrón contra la pared del caño y le asestó tremendos golpes en la cara y en su estomago;el populacho enardecido,aplaudía y me pareció que hasta bajaban sus pulgares.Dos o quizá tres personas,murmuramos sobre la extrema juventud del ladron,tan próxima a la infancia;tremendo error! cincuenta cabezas con sus ojos, narices y bocas, giraron hacia nosotros y en un coro perfecto nos hicieron saber que si nos dolía mucho era porque eramos ladrones como él y que mejor nos abriéramos, antes que nos cobraran a nosotros también!.Una vocesita me susurró al oido, y no era mi imaginación,que lo más saludable era marcharme;así lo hice.Me dirigí hasta el lugar donde estaba mi moto y me pareció verla ansiosa de marcharse también,pues luego de liberarla de la oprobiosa cadena,encendió con la primer patada,ella que me tenía acostumbrado a las tres patadas en seco, abrirle el choque y hasta quemarle la bujía.Continuamos nuestro camino al barrio y el vacío en el estomago se lo achaqué a la demora en el almuerzo,todo por meterme en lo que no me incumbía y peor aún,atravesarme en el camino hacia la justicia,que aquella turba había emprendido,guiada, claro está ,por gentes de bien.