A mi,nunca me gustó lo que le hicieron a Martinez;Martinez era uno de mis compañeros de pupitre,cuando los pupitres eran para tres y ésto, ademas de crear el ambiente para las peleas y otros incovenientes,nos preparaba para compartir y ser solidarios,hasta que en busca de la comodidad,fueron separando a los alumnos y preparandoles para asumir su propiedad privada:los pupitres individuales.
Todos conocíamos la debilidad de Martinez ante la presencia de una cucaracha,asi ésta estuviera muerta;si se la lanzábamos,gritaba como un loco y se limpiaba compulsivamente brazos y cuerpo en general y nosotros le decíamos que era un exagerado y que hacía puro teatro;otras veces, se le escondía dentro de algún cuaderno o texto, en la página que se estaba estudiando en el día,mientras regresaba del baño o volvía al puesto luego de una salida al tablero.
Precisamente,un día de esos,al regresar al pupitre,como le tocaba en el medio,entre Rojas y yo,me puse en pie para que entrara y luego de sentarse y abrir el libro de religión,pegó un grito y un salto que hizo reir a toda la clase, menos al profe Castillo,quien era uno de los más rígidos profesores de que se tenga noticia.
El profesor le hizo salir hasta situarse frente al tablero y le recriminó su actitud salvaje;Martinez le explicó entre lágrimas y sollozos la causa de su reacción;la actitud tomada por el profe Castillo fué la más equivocada para mí,aún en esas épocas en las que los adultos jamás se equivocaban.
Pidió que le acercaran la cucaracha,la tomó entre dos de sus dedos y se la enseño a Martinez quien empezó a dar pequeños gritos,reprimidos ante la presencia del rígido profesor;se la acercaba mientras le exigia que comprendiera que era una tontería tener miedo ante una cucaracha muerta.Martinez seguía gimiendo y reculando, hasta que no tuvo más para donde hacerlo;cuando el profesor trato de hacerle coger la cucaracha a la fuerza,lleno de terror, como si un gran monstruo lo fuese a atacar,Martinez le asestó una patada en los guevos al profe Castillo,que se dobló con las manos entre sus piernas,como si luchara contra un enemigo poderoso ,que tuviese preso entre ellas.
A Martines lo expulsaron.A nadie preguntaron pormenores sobre su actitud ante esos bichos;sus padres tampoco argumentaron nada a su favor;asumieron, como se estilaba entonces,que su hijo había cometido una falta gravísima que ameritaba su expulsión.
Martinez y yo siempre fuimos "panas";Rojas,el otro habitante de nuestra propiedad, el pupitre pà tres,no la iva con él,le gustaba prestarse para hacerle las bromas y eso hacía que yo tampoco apreciara mucho su amistad.
En una charla informal, de esas entre niños que se aprecian,un domingo al terminar la misa obligatoría en la escuela,mientras caminábamos rumbo a casa, me había contado el porqué de su temor a las cucarachas.
Su papá ,se ganaba la vida arreglando zapatos en la casa de inquilinato donde vivian;cuando el viejo viajaba al centro a comprar carnaza,niolite,pegante y puntillas,lo llevaba a él para que conociera los sitios donde daban barato y hasta le fiaban,así cuando fuese necesario podría evitarle el viaje personal;cuando aprendió el trayecto,ya su padre no volvió a ir al centro, siempre le mandaba a él, a Martinez.Me contaba que le gustaba hacerlo;coger el bus,el rosado crema que lo dejaba en la novena con catorce,precisamente donde estaban las ventas de los insumos buscados y ademas, ésto fué a nivel de secreto,muy secreto,en la novena,cuando pasaba frente a las puertas de los edificios,escuchaba que silvaban y al mirar para adentro veía cosas que le hacian saltar el corazón,llenarse de fatiga aunque acabara de desayunar y ademas invertir más tiempo del necesario para hacer sus mandados:unas señoras,sentadas en las gradas de los edificos,con las piernas entreabiertas y sin calzones;ellas silvaban para los hombres adultos que pasaban frente a los edificios,pero él lo descubrió accidentalmente y le gustó.
Una vez se detuvo para "fijar" la vista y las mujeres aquellas y los transeuntes le apuraron para que se alejara de ahí;él siempre esperaba ansioso el día de ir a hacer ese mandado,y antes y después de comprar lo encargado, se daba varias vueltas por la novena para sentir los latidos apremiantes del corazón y otros sitios de su cuerpo que ya empezaban a dar señales de tener vida propia.
Un día de esos de compras,Martinez se detuvo no ante las puertas de los edificios de la novena sino frente a unos ranchos de madera en la diez con catorce;eran unos ranchos de maderas grises de tanta agua y sol recibidos;al rededor de los ranchos habian unos obreros y una máquinas,según comentaban los curiosos para empezar a derrumbarlos.
Como todo niño curioso,esperó hasta el final y lo más cerca posible, el espéctaculo de ver caer esos ranchos de hasta dos plantas, que hacían parte del sitio llamado El calvario.
Con una chuspa de papel en la mano, donde tenía los elementos comprados,observó como las máquinas empezaron a tirar de las bases de los ranchos hasta hacerles caer como en camara lenta;los ranchos se desplomaron con estrépito y a la par con una gran polvareda,una nube inmensa de animalitos, que Martinez confundió inicialmente con mariposas,le envolvieron a él y su chuspa;pronto comprendió con horror que no eran mariposas,eran miles y miles de cucarachas que se prendieron a su pelo,que cubrieron sus brazos, la chuspa,que se metieron por entre su camisa, sus pantalones.Contaba que corrió, gritó ,lloró,se cayó ,mientras escupía cucarachas y trataba de quitarlas de su cuerpo;alguna persona le ayudó a recuperarse pero no pudo recuperar la chuspa con el encargo;en casa, recibió castigo por desobediente, por hacer cosas que no le habían pedido,por haber perdido el capital de su papá.
A partir de ese día,jamas le volvieron a mandar por cosas a la novena,y aunque añoraba y deseaba volver a pasar por frente a los edificos donde las señoras silvaban para que los transeuntes voltearan a mirar lo que ellas ofrecian,prefería renunciar a ver eso, antes que volver a ver y sentir cucarachas hasta en la boca.Por ésto y más,no me gustó lo que le hicieron a Martinez.
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